Merodeando en la Biblioteca (Tatsumi Naoka)

- Se encontraba ante las magnificentes puertas de la biblioteca de aquel lugar, que tanto le recordaban a las bibliotecas de su tierra Greisgraelf~. Aquel mismo lugar que le habia llamado tanto la atencion de esta Institución.... Observó detenidamente y con admiración los grandes y extensos anaqueles repletos de libros. No podia contener su emoción mientras mas se adentraba a la gran sala; por primera vez en mucho tiempo se encontraba indeciso... no sabia ni que ejemplar tomar, o que tomo leer... siquiera que tema le interesaria...a su modo de ver, absolutamente todo le parecia interesante; tan interesante como para gastar su longevidad leyendo y aprendiendo sobre la cultura humana que durante tantos miles de años les habia sido tan diferente y desconocida a los de su raza... Camino una y otra vez por los pasillos resolviendo encontrar algo que exaltara su curiosidad deliciosamente. Aquel espacio con un estilo tan barroco/rococo hacia que se sintiera definitivamente en casa, aunque con todo esto, levemente calmado, decidió tomarse su tiempo... Estaba esperando que aceptaran o demitieran su solicitud en tan prestigiosa Institución... de tal modo que tenia todo el tiempo del mundo; asi que si lo rechazaban, tendria el tiempo suficiente como para guardar un recuerdo muy bonito de aquel lugar...-

Caminaba tranquilamente por la biblioteca, con unos cuantos ejemplares de "la biblia de la magia negra" entre las manos. Desde que había leído el primero estaba bastante interesado en continuar y en la biblioteca solo estaban los ejemplares uno, dos, tres, cuatro y cinco, por lo que tenía pensado leérselos todos.
Estaba pensando donde debía sentarse cuando de pronto vio a un chico que parecía desorientado. No es que el tuviese mucho conocimiento del instituto, dado el poco tiempo que llevaba en él, pero nunca esta mal ofrecer ayuda al prójimo... bah, no le apetecía.

Depositó los libros en una mesa cercana y se sentó, dispuesto a leer, pero por alguna razón aquel chico le parecía extraño.

- En este instituto hay una cantidad de gente rara asombrosamente grande - pensó.

Leyó la primera línea de la primera página del segundo tomo:
"Quienes se hayan inmiscuido ya en el mundo de la magia negra, comenzarán a saber percibir la magia en el cuerpo de otros"
No pudo evitar reírse por lo bajo y mirar a aquel joven. Y como no podía evitarlo, no lo hizo, porque estaba de acuerdo con conceder todos los caprichos que su instinto reclamase.
Reposó el mentón sobre su mano, elevando esta sobre el hombro apoyado en la mesa, y se quedó mirando al chico desorientado al que, sin duda, sería problemático ayudar.



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(Espero no estar molestándote nwn")

Había entrado silenciosamente en la biblioteca acompañado de una característica montaña de carpetas. En su interior, se hallaban apuntes sin terminar sobre literatura. No los había utilizado hasta la fecha, pero me pareció interesante llevarlos conmigo e intentar darles algo de vida útil en futuras clases. Sí, aún no había tenido el placer de tener clase con alumnos de verdad. Pero era lógico, hacía casi nada que me había instalado en el centro educativo y seguía en proceso de adaptación. Lo milagroso era que hubiese encontrado aquella mítica estancia sin problemas. No podía olvidar mi “curiosa” llegada. Al cabo de unos segundos, alcancé una robusta mesa de madera sobre la que solté el material. Suspiré algo nervioso y me ajusté las gafas graciosamente. A continuación, me quité el abrigo y lo dejé reposar sobre el respaldo de una de las sillas que rodeaba la mesa. Apoyé mis manos sobre la superficie de la mesa y alcé la mirada echándole un vistazo a la estancia en general. No todo tenía que ser trabajo allí, ¿no?

-Mmm…

Amplia, enérgica y sabia. Así podía definir la biblioteca en sí. Seguro que entre tantas hileras de libros se podían encontrar secretos a mansalva. Mis ojos que continuaban recorriendo el ancho del lugar se posaron brevemente en dos desconocidas figuras. Uno de ellos parecía ser un alumno inquieto y el otro, bueno, no podía identificarlo como alumno o profesor. No se me daba muy bien eso de ir poniendo etiquetas así como así, y casi siempre lo evitaba, la verdad. A lo mejor eran compañeros que habían acudido allí para realizar algún trabajo de clase, o simplemente, me estaba dejando llevar por mi propia imaginación y lanzaba hipótesis al azar. Por lo demás, allí no había ni un alma más. ¿Debía entablar contacto con aquellos jóvenes o no molestarles? Que poco entendía de relaciones sociales. Dudé un espacio corto de tiempo y decidí acercarme al joven que se hallaba cerca de las estanterías.

-¿Necesitáis asesoramiento sobre algún libro en especial, usted y su compañero? – inicié la conversación seguro de mí mismo, pero sin olvidarme del detalle de ser agradable, y teniendo en cuenta al joven sentado cerca de allí.

¿El que les estaba hablando al misterioso desconocido y a si mismo era un profesor? Le miró fijamente a los ojos y negó con la cabeza. Se sonrojó un poco, no estaba acostumbrado a la amabilidad ajena porque siempre había sido muy... independiente.

- Yo solo estaba leyendo un poco y me preguntaba si él estaba perdido - susurró- pero no le pregunté porque bueno... no se me da bien relacionarme con gente sin apariencia problemática.

Pasó la página sin apenas haber leído la primera. Estaba nervioso y eso le desesperaba porque los nervios no pegaban con él ¿Era que no estaba acostumbrado a tanta compañía o había sido la imprevisible aparición de aquel profesor?
Fuera como fuese, le temblaban las piernas levemente.


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(Siento no seguir completamente el orden, pero no he podido resistirme a comentar. Gomen! nwn")

- Sumido en sus pensamientos, habia vuelto a sentir lo maravillosa que era esta estancia; mientras posaba sus pulcos guantes blancos sobre un tomo que le llamaba la atencion: "Criaturas miticas y Divinidades del Viejo mundo" - Esbozó una media sonrisa al ver la ilustracion de un pequeño elfo en la portada del libro.

-Con que criaturas mitológicas...~- - Dijo para si mismo-, Mientras extraia completamente el tomo para luego abrirlo, La verdad era un libro bastante desgastado. Escuchó hablar a algunas personas detras de el. Al parecer habia olvidado entre su emoción que habia gente en ese lugar, y probablemente le observaran de rara manera por su constante animo en un lugar como ese...Bueno, no seria la primera vez que eso sucede.

-Volteó a observar a quienes estaban tras de el, intentando no ser grosero, y a su vez, un remoto pensamiento pasaba por su cabeza; -Sera que me estaban hablando y no he contestado?.... Oh, mis malos modales, ojala no haya pasado por un indiferente-. Posó sus dorados orbes sobre lo que parecia ser un profesor de largo y blanquesino cabello y un Jóven, de extraña apariencia que hablaban entre si, aún con el libro en la mano-

El primero en contestar fue el joven de la mesa. Le observé sonriente y complacido al tener la grata experiencia de hablar con un alumno del centro. Seguía pareciendo bastante inquieto, algo que me hizo suponer que no era un chico demasiado revoltoso. Pero dada, mi inusual inocencia, seguro que podía estar equivocado.

-¿Apariencia problemática?

Solté una breve carcajada poco sonora. Para mí que aun los había más inocentes que yo. Volví a subirme las gafas con elegancia. De nuevo, había olvidado llevarlas a la óptica para revisar su montura y evitar “molestas” bajadas continuas. Aunque ya estaba bastante acostumbrado. Se había convertido en una manía. Al terminar de colocarlas, posicioné mis brazos por detrás de mi espalda para adoptar una silueta más formal.

-Deduzco, pues, que sois alumno del centro…

Le sonreí de nuevo de forma tranquilizadora al ver su afán por la lectura. Curioso ver a un alumno tan centrado en una biblioteca. Fue entonces cuando giré unos milímetros mi cabeza para adentrar una vez más al otro joven dentro de mi campo visual.

-Entonces, ¿usted también pertenece al centro o…? – quise asegurarme, aunque rápidamente mis ojos pasaron a observar el libro que portaba el caballero.

Curioso, muy curioso. ¿Quién sería?

(¿Cómo van los turnos al final? xD)

- Sí, soy alumno del centro - suspiré y las piernas dejaron de temblar poco a poco - Con lo de apariencia problemática me refiero a esos alumnos que se pasan las horas en el baño o los alrededores, fumando, bebiendo o manteniendo relaciones poco ortodoxas a plena luz del día.

Desvié de nuevo mi mirada al libro. No es que fuese un maleducado, que también lo era, simplemente no tenía nada que decirle a aquel profesor. Me había impresionado por su aparición sorpresiva, pero mi mente ya estaba rehuyendo el contacto emocional con aquel hombre.

Simplemente me puse a leer la parte "Brebajes amorosos: como enamorar a la persona que deseas.". No había dejado de reír desde que había abierto el primero de aquellos libros porque en todos decían cosas de ese tipo, relacionadas con deseos ocultos y similares. Era ridículo, pero me llamaba la atención enormemente.

- Notó que el Joven de largo cabello se referia a el, tenia una voz dulce y un cierto aire romanesco que le atraian. Aquella persona, parecia diferente, sencilla y todo un literato con semejante torre de libros que llevaba a cuestas-

Mi Lord, Mi nombre es Zenegard Remindorf de Greisgraelfd, y acabo de obtener el puesto de Latín y Lenguas Muertas. Casualmente me encuentro aqui, para leer tan exquisita literatura que guardan en esta excelsa biblioteca; Es un placer conocerle - Haciendo una reverencia al contrario-

Alumno y profesor. Hoy era un buen día dados mis avances sociales. Al ver la reacción del profesor me sentí algo sorprendido.

-Un placer, señor Remindorf… Pero no es necesaria tanta muestra de respeto. Aquí, en estos lares, somos del mismo equipo y por lo tanto, puede tratarme de forma menos distante. – le aclaré cordialmente.

En ese momento, caí en la cuenta de que ni yo mismo me había presentado. Valiente ejemplo estaba dando…

-¡Oh! Que torpe. Discúlpenme. Yo soy Tatsumi Naoka, profesor de literatura.

Me descrucé algo nervioso ante el descuido. Tenía la manía de ponerme nervioso fácilmente. No podía controlarlo. Antes de continuar con la conversación, me interese por la identidad del alumno. Así resultaba más fácil tratar con personas desconocidas. Típico, quizás, pero útil también.

-¿Y usted pequeño lector? ¿Le importaría darnos un nombre?

Elevó la mirada, abandonando la lectura por unos minutos, para clavar sus ojos de color carmín en los del profesor de literatura que parecía interesado en conocer su nombre.
¿Para qué demonios quería saberlo? Si le tocaba impartirme clase ya lo descubriría y si no era para eso... ¿Pretendía aquel apacible profesor convertirse en su amigo? Eso le desesperaba ciertamente y, en de algún modo, le ponía en un pequeño aprieto.
No le gustaba la sociabilización.

- Kytsume - tomó aire- Kytsume Ichidara, de primer año, estoy especialmente interesado en la literatura y en las asignaturas que imparten el conocimiento de las letras en general, es un gusto conocerle.

Por lo menos, no había olvidado por completo sus modales, a falta de costumbre.

Oh~ Mi Lord Naoka, sigo un estricto manual de modales, impartido en la milicia a la que perteneci nueve años consecutivos; por lo cual no me permito dirigirme de manera informal hacia algun estudiante, le ruego me perdone... ya se ha vuelo mas que una regla, una mala costumbre al parecer, en este pais.- Dirigiendose al pelilargo-

-Para mi es un gusto conocerle Jóven Ichidara- Este Instituto me ha dejado bastante perplejo, la verdad. Tanto en arquitectura como en personal-

- ¿Me esta llamando raro, sensei? - sonrió de lado.

Instantes después ya se estaba levantando para dejar el tomo dos de "la biblia de la magia" en su lugar correspondiente. Iba por orden estricto y tener los tomos que ya había leído sobre la mesa comenzaba a incordiarle.

Se alejó un poco de los dos hombres para encontrar el hueco vacío que había dejado la edición que llevaba entre las manos y la dejó, obligado a ponerse de puntillas para alcanzar la estantería.

- Cómo detesto ser tan bajito a veces... - susurró para sí.

-Mmm…

Decidí sentarme ligeramente sobre la mesa donde se encontraba el joven Ichidara, sin robarle demasiado espacio personal, mientras éste se revelaba contra la estantería para obtener un nuevo tomo.

-Me alegra ver que existen aun alumnos interesados en aprender el arte de la escritura y su sentido. No hay arma más poderosa que la palabra y el hecho de saber usarla correctamente es primordial en la sociedad actual.

Demasiado profesional podía sonar ante una charla coloquial. La explicación del profesor de Latín me había provocado la atención de ciertos pensamientos olvidados. Suspiré y sonreí.

-Respeto sus acciones, aunque le recomiendo que intente liberarse un poco en ese sentido. – le animé amablemente, pues, tampoco era un tema en el cual pudiese opinar un desconocido como yo.

-Observó al Joven Kytsumi, tratando de alcanzar aquel libro, por lo cual levanto su brazo pronunciando unas palabras de idioma desconocido, que hicieron empujar el libro un poco hasta caer en brazos de este Jóven desde la estanteria-

Wil Altaire (Viento de las Alturas, en Elfico)

A veces no es tan malo ser pequeño~ - Dijo, sonriendo serenamente mientras se volteaba hacia el otro;

- Lo tomaré en cuenta mi Señor, agradezco profundamente su amabilidad- Contestó, mientras se sentaba en la misma mesa con su elección en la mano. Observando la tez serena de su contrario- Pero es Ud tambien un gran conocedor...

¿Ahora tenía que regalarle un gracias, así porque sí? No le gustaba eso que siempre le decían lo de "no es tan malo ser pequeño". El primer chico del que se había enamorado solía decirle: Kyt, eres tan adorable... tan pequeño, dulce... manejable... Por eso, ahora le molestaba sobremanera. Aunque, de todos modos, no había llegado a nada serio con aquel idiota.

- Gracias - susurró.

Y se sentó de nuevo a la mesa, sin mirar ni un solo segundo a los profesores que le acompañaban.

Extraje del bolsillo de mi pantalón una pequeña gasa tintada en azul. No me sorprendió la ayuda tan especial del profesor ante la dificultad del joven alumno. Me deshice momentáneamente de mis gafas para limpiar con suma delicadeza sus cristales.

-Se equivoca, señor Remindorf. Conozco más mi propia ignorancia que los saberes presentes.

EL joven había vuelto en completo silencio. No sabía si estaba molesto por algún motivo en concreto o simplemente la vida en sí le fastidiaba. Era un sentimiento común entre adolescentes. Volví a colocarme las gafas en su sitio y miré fijamente al profesor.

-Como dicen, “sólo sé que no sé nada”… Pero no intente hacerme mucho caso. Suelo perderme en ideas alejadas de la razón.

Me levanté y guardé la gasa de nuevo en su bolsillo correspondiente.

-Si me disculpan un momento caballeros, necesito hacerme con un libro antes de que mi memoria lo borre.

Me alejé de ambos en silencio, acercándome a las estanterías del fondo de la colosal habitación. Tenía que dar con un tratado sobre filología básica y allí, quizás podía encontrarlo. Me agaché para tantear los libros de zona inferior de la estantería y busqué.

No es que fuese un sentimiento profundo o algo así. Simplemente sentía que sobraba allí. Eran dos profesores con pasiones bastante semejantes, podría decirse que una evolucionaba de la otra, incluso.

Gente culta, no sabía como explicarlo. Nunca se había visto como uno de esos idiotas que solo saben leer o solo saben escribir y que nunca han apreciado un libro por su verdadera esencia. Definitivamente no era uno de esos porque se emocionaba con Shakespeare y sonreía bajo el humor latino de Plauto. Pero no se sentía del todo aceptado en aquel ambiente. Comenzó a preguntarse si lo más sensato sería salir de allí, pero resolvió quedarse, al menos hasta que llegase la página 65 del libro, donde podía parar de leer sin perder el hilo, ya que cambiaba de tema bruscamente. Y sí, se había estudiado el libro para saber en que momento podía huir.
Era una de esas tonterías que hacía sin pensar.

- Escuchó al Profesor excusarse e ir por el tomo que necesitaba mientras veia al joven en la mesa algo molesto. Escuchaba sus pensamientos claramente pero decidió callar, ya que aunque no podia evitarlo era de mala educación.

Interesante selección, -Dijo, mientras leía el titulo de el libro que este tenía en la mano, tratando de entablar algu tema propicio para no hacerle sentir excluido-

No tardé en dar con él. Lo saqué con cuidado y me levanté. Mientras volvía a la mesa, me entretuve examinando el interior del libro. Al llegar, guardé silencio visto que parecía que una nueva conversación estaba dando lugar. Y a veces, era mejor escuchar y observar que interrumpir y decir poco.

- Solo lo he seleccionado porque me parece gracioso - miré a directamente a los ojos al profesor - no digo que la magia no exista, Remindorf-sensei, únicamente tengo un punto de vista menos ficticio con respecto a ella.

Vi como el profesor Naoka se acercaba y decidí dar por zanjada mi conversación con el hombre que había cuestionado mi elección.
Simplemente me volví a inmiscuir en la lectura, sin percatarme de lo que hiciesen a mi alrededor.

“¿Magia?”, pensé. Raramente, uno se encontraba ante un tema de debate como aquel. Miré al alumno de reojo, parecía intimidado por mi presencia y no era lo que pretendía.

-Continúen, por favor. El tema parece interesante…

Realmente, sentía curiosidad por esa magia de la que hacía gala. ¿Qué sería capaz de hacer? Solté el libro sobre la mesa para cruzarme de brazos y mirar con atención cada uno de sus gestos.

-Oh... en mi ficha no especifique mucho, ya que no crei que seria muy requerido por aca, pero si, manejo la magia como todo buen elfo de bosque entrenado, magia verde, por asi decirlo. Mas que nada con propositos curativos o regenerativos, Mi Lord Naoka- -Respondió mientras observaba el notorio interes de el contrario que a su parecer se veia un poco tímido-

Miró a los dos hombres que le acompañaban extrañado. ¿Dos hombres adultos hablando de magia como quien habla de economía? No negaba que el hombre de tez blanquecina tenía rasgos muy similares a los de los elfos, puesto que había leído mucho sobre ellos... pero ¿No era sólo la apariencia de un cosplayer al puro estilo "The lord of the rings"?
Si decía que era un elfo y esto era cierto, el instituto se ponía cada vez más intersante.

Enarcó una deja, mirando de reojo a Naoka-sensei con el ojo derecho, puesto que el izquierdo casi siempre lo llevaba oculto.
Aquel hombre tan serio ¿Creía también en la magia?
¡Estan todos locos! pensó para sí mismo. Pero en realidad no le molestaba en lo absoluto, no es que él fuera precisamente un chico normal.
Llevaba un par de años planeando invocar algún tipo de criatura sobrenatural o similares... podía ser un ente maligno o la simple invocación del poder de un licántropo, pero quería experimentar la magia negra en primera persona y con su cuerpo.

- En realidad no estábamos hablando seriamente de magia - se levantó, dejando el libro abierto sobre la mesa - solo escrutinaba a Remindorf-sensei porque sus características me recuerda mucho a las de...

Como embobado se encaminó a la sección de "Misticismo" donde tomaba prácticamente todos sus libros y se puso a buscar un título que recordaba, dejando a los dos hombres a solas.

Practicaba magia… Interesante dato a conocer, pues, nunca había tenido el placer de tratar con alguien que tuviese habilidad sobre una cuestión tan mística. Las palabras del “desconocido” profesor me dejaron aun más intrigado. Quizás, debía lanzarme y pedirle que algún día me mostrase sus técnicas “legendarias”. A lo mejor podría usarlo como tesis en alguna clase. Seguro que más de un alumno se vería maravillado con algo tan inusual como la magia antigua. Estaba a punto de aventurarme en aquella proposición, cuando el alumno comentó una idea incompleta y de nuevo nos abandonó.

-Que muchacho tan inquieto… - alegué mientras le miraba perplejo.

No sabía si estaba incómodo por algo en especial o es que, simplemente, era parte de su personalidad. A lo mejor les había interrumpido y se había molestado.

-Quizás debería ocuparse del joven. Parece necesitar su ayuda…

Recogí el libro de nuevo y asentí gentilmente.

-Me gustaría verle en acción, ¿sabe?

Sonreí y volví a la mesa donde había depositado las carpetas. Me senté sin hacer ruido y abandoné el libro de nuevo sobre la cuidada capa superior de la mesa, abriéndolo al azar. No estaba bien entrometerse entre aquellos dos caballeros. No quería condicionarles con respecto a su atención, no podía distraerles. Después de todo, había llegado el último y había propiciado dicha situación. Tomé delicadamente la primera carpeta del montón y la posicioné junto al libro. Tenía que echarle un vistazo a esos viejos apuntes. Era una buena manera de aprovechar el tiempo y dejar que el profesor y el alumno continuasen con sus acciones.