El ejemplo (Paul)

Me sorprendió gratamente que no respondiera, aunque no se veía nada arrepentido por su descomunal (XD) falta en la biblioteca, tal vez si hubiese pedido perdón en ese momento yo... no, a quién engañaba, mi enojo no se iba a calmar con una disculpa, mucho menos proviniente de esos labios vulgares, aunque bellamente teñidos de un pálido rosa, bueno, tenía su encanto a pesar de todo, que lástima que lo desperdiciara siendo un granuja. La caminata duró más de lo esperado, mis pasos eran lánguidos, los suyos, indolentes, era de suponerse que no tendría ningún deseo de llegar. Suspiré profundamente en cuanto llegamos, abriendo la puerta, que se hallaba cerrada con llave para evitar cualquier intromisión nocturna de algún estudiante. Dejé que él pasara primero, quedándome un instante en el umbral de la puerta, contemplando su soberbia presencia; me acerqué luego a un esquinero donde se hallaba la vieja máquina para hacer café de los maestros, ya necesitaban otra... le coloqué los ingredientes adecuados y la puse a funcionar, jurándome no volver a tomar lo que viniera de esa chatarra, compraría una yo mismo de ser preciso.

Me senté en el sofá, sonriendo para mi mismo, mientras la cafetera hacía su trabajo. Cerré los ojos un minuto, posando las manos sobre mis rodillas con parsimonia, para luego indicarle al joven desconocido, con sutiles señas, que tomara asiento también. No dije nada un rato, necesitaba ese café ciertamente tenía un plan, un castigo para el chico, mejor dicho; sin embargo, no tenía prisa, después de todo, mis clases serían impartidas hasta después del ocaso.

Esperé pacientemente y en mutismo a que el café estuviera listo, mirando de vez en cuando el rostro del joven-traeme una taza...-ordené en cuanto la luz roja del aparato se prendió, indicando el final del proceso-y sírvete un poco si quieres...-murmuré lento, mirándole a los ojos y cruzando los brazos- sabes... mi primera idea para castigarte había sido dejarte encerrado en el clóset de los profesores...-voltee a ver el diminuto cuarto, seguramente vacío-sin embargo, no queremos que te pierdas clases ¿o sí, jovencito?... además en cualquier momento pudo haber arribado algún aguafistas... y a mi no me gusta que arruinen mis planes... así que he pensado en otra cosa que seguro te gustará mucho más.. ¡ah!, y también a tus compañeros-susurré por lo bajo, acomodando un poco mis cabellos-¿y cuál se supone que es tu nombre?...-pregunté con sorna- porque tienes uno, ¿o no?-guardé silencio nuevamente, ahora que lo pensaba, aún no me había presentado, que terrible error de mi parte, aunque obviamente el chico ya sabía de mi posición de autoridad en este lugar-Yo soy el nuevo profesor de música... para ti y el resto de tus ignorantes compañeros: Señor Ylönen... no diré que es un gusto conocerte... pero si diré que será un gusto usarte como ejemplo para mi primera clase en esta Institución, deberías sentirte halagado

-Sí, bueno, pero si te permito pequeñas faltas, Paul Kazama, luego se irán haciendo más y más graves, créeme, es mejor que todo paré de tajo, imagina que después... no sé, se te ocurra violar a uno de tus pobres compañeritos, ufff, sería terrible, y yo me sentiría muy mal por no haberte parado cuando sólo... ammm -¿qué se suponía que había hecho, ahh... claro-escuchar música en la Biblioteca e insultar a uno de tus profesores, sí que, bueno, ve esto como lo que es: me interesas, y obivamente, soy tu maestro, imagina que no fuera así. Los chicos necesitan una mano firme que los guie por el buen camino, y no prerrogativas que los acaben volviendo delincuentes, oh, no, no, no. Me dolería verte en prisión, sentenciado a muerte (XD)-tomé un poco de café tranquilamente, había probado mejores en la vida, sería mejor que fuera a la ciudad a una cafetería gourmet, mi paladar definitivamente merecía algo mejor.

-Señor Kazama, claro que fui joven, hace muchos ayeres ya, jaja pero por supuesto que lo fui-me acomodé mejor en el sillón, para quedar en una pose pensativa, analítica-... sin embargo, debe entender que no es lo mismo ser joven a ser un rebelde infractor de leyes, o en este caso, reglas. Las reglas dan orden a nuestras vidas, sin ellas el mundo sería un caos completo. Necesitas las pautas, los límites, ¿podría imaginar un mundo sin reglas?, hasta las Naturaleza tiene las suyas propias, el hombre por supuesto, la imita y por eso es que... la Ciencia ha avanzado tanto y tenemos más comodidades, tecnologías, placeres... usted tiene ese aparato (mp4) porque hubo gente que siguió adecuadamente las reglas, ¿o acaso cree que el mp4 se creó espontáneamente?, por supuesto que no, y estoy seguro en su cabecita funciona algo más que el cerebro reptílico, así que pensará lo mismo, en fin, ¿todo aclarado, Paul Kazawa?-Sonreí ladino, empezando a hablar sin esperar su respuesta, en realidad me importaba un bledo lo que pensara-... maravilloso, entonces pasemos a lo importa... su sanción.

Carraspee para aclarar mi voz, tomando un poco más de ese pésimo café, creo que mejor lo dejaba, no quería enfermar-No sé si usted pueda notarlo, pero yo jamás había dado clases en mi vida, ni creí que alguna vez tendría que enseñar música a unos ignorantes jovencitos, sin embargo, las circunstancias me han puesto aquí...-y la paga era buena, después de todo- y quiero ser un buen mentor, así que creé planes de clase tan elementales que hasta un chimpancé con medio cerebro puede seguir... cada uno de ellos posee ejemplos tan obvios que son, vaya, risibles. Tú, Paul querido, eres como, la ejemplificación ideal de lo que quiero explicar en mi primera clase... tan... ah, bueno, jaja, eso lo sabrás hoy a las 5:30, en el salón de música: llega puntual, con buena cara, no como a que traes ahora... ah, lo olvidaba... con ropa ligera, mientras más ligera mejor. Por cierto, supongo que no está de más decir que si no te presentas, tendrás verdaderos problemas, ¿oh, sí?- advertí con una sonrisa tan refinada como cruenta-Ahora, puedes abandonar la sala si así lo deseas, y te lo recomiendo, no querrás hacerme enfadar aún más-murmuré lánguidamente, haciendo una seña desdeñosa con la mano, vaya, ahora que lo pensaba, había desperdiciado valioso tiempo en este mocoso, tendría que valer de verdad la pena su castigo, para compensar mi cuantiosa pérdida-Nos vemos al caer la tarde, Paul querido

Cerré los ojos y me perdí por completo en mis pensamientos, recordando mi país, como extrañaba el clima gélido, la temporada de la noche perpetua, siempre tan lúgubre y solemne, para mi era la más bella de todas, a pesar de que a mucha gente le causaba depresión. Sí, todo era calmado y oscuro, había magia en el aire y... -¿sigues aquí?...-ese estípido mocoso me había sacado de mis pensamientos... me sientía renovadamente furioso-¿qué demonios son cascos?, ah, claro, claro... veamos-puse el índice en mi boca, posando histriónicamente, para ser sincero ya hasta se le había olvidado su accesorio-...te los devolveré si haces un buen trabajo en el salón-dije finalmente, casi rogando porque est vez se fuer y me dejara relajarme-... ahora, ¿qué esperas?, ¿acaso un trofeo?, lárgate de aquí antes de que te me arrepienta y el encierre en el armario hasta las 5:30... -grité cuasi eufórico, levantándome para sacarlo yo mismo prácticamente a empujones, pero que molesto resultó.

Una vez que se desapareció entre la gente, que ya ampezaba a abundar por los pasillos, esbocé una sonrisa sincera, por fin podría reposar mi cuerpo y mente... o eso creía al menos, pues un par de colegas habían ya arribado a la sala, al parecer el universo no dejaría de hacerme la vida imposible, sin embargo, nunca fue mi estilo rendirme, así las implacables fuerzas de la Naturaleza estuvieran en mi contra, por lo que decidí ir a tomar un café que mereciera tocar mi paladar, en la ciudad, o mejor aún: un buen trago, sí, se me antojaba un buen wisky o un vino seco. Miré mi reloj, todavía era muy temprano para beber, no obstante, al escuchar a uno de los maestros intentar socializar conmigo con falsa sonrisa y mano sudorosa, no lo pensé dos veces y me largué de allí sin mirar atrás, despidiéndolo con mueca perceptiblemente desdeñosa. En fin, igual y en el bar podía preparar mejor mi clase, después de todo una buena copa de vino es siempre aliciente de la esquiva inspiración.