El Recién Llegado [Advertencia: No tomen café]

Pasillos, pasillos y más pasillos. Los recorría con tal naturalidad, como si supiese a donde exactamente quería llegar. Sin aires de superioridad, aunque de una autoridad se tratase, era natural de su persona querer siempre pasar desapercibido, su anterior oficio lo requería y era algo a lo que ya estaba acostumbrado. El lugar levemente iluminado yacía solitario. Apenas rayaba el alba en aquel día que pretendía ser memorable y el primero de muchos por el resto de su vida, por lo menos hasta que la fortuna cambiase su semblante. El título de “Profesor” era algo que requería gran responsabilidad. Y sabía que, a pesar de su corta edad, Allen podría hacerse cargo de cualquier situación que tuviera que afrontar, pero Khronos, en especial por haber decidido ser llamado de esa forma, era el primer problema de los muchos que sabía que llegaría a meterse. El salón claramente estaba destinado a los profesores y al disponer prepararse mentalmente para sus clases en ese lugar, lo menos que esperaba era un prematuro encuentro con alguno de los alumnos. Las paredes en esos momentos se miraban oscuras, decoradas con un reloj y varias ventanas. Abrió las persianas para mejorar la iluminación. Habían sillones que parecían realmente cómodos y una mesa en el centro rodeada por sillas de oficina. Estanterías repletas de libros desordenados los cuales se apresuró a acomodar, buscando el modo perfecto de que todo quedara impecable, no sólo ayudaría a que su ambiente de relajación fuera idóneo sino que pensaba que les haría un bien a los demás profesores. Sus ojos brillaban color miel, mientras con una leve sonrisa cálida mejoraba el lugar. Uno de los ficheros llamó su atención, y mientras lo inspeccionaba topó con la pequeña cafetera. La observo detenidamente mientras le evocaba el placentero aroma de una taza de café, se dispuso a prepararlo cuando una sonrisa pérfida se formó en sus labios.

Poco a poco fue amaneciendo, y al terminar su labor de limpieza, se sentó en una de las sillas cercanas a la mesa, mientras escondía con un periódico, que sin darse cuenta estaba de cabeza, aquel informe que había captado tanto su atención. Con su humeante taza, la cual mantenía cerca de sus labios sin dar sorbo alguno, cruzó levemente la pierna y en total silencio permaneció, mientras la cafetera continuaba preparando más café para quien quisiera unírsele.

La calma mañanera, el suave aroma del café y la sonrisa maquiavélica fueron interrumpidos por un sospechoso “plop” que sonó en el vidrio. Se levantó a prisa, dejando la taza sobre la mesa, y asomándose por la puerta encontró a un joven desarreglado y de cabello oscuro que parecía estar muy débil. Se apresuró a revisarlo, pero aparentemente el chico sólo dormía. Con una dulce sonrisa de alivió lo tomó entre sus brazos y lo llevó dentro del salón. No sabía exactamente quien era y por eso no podría llevarlo a su habitación, tampoco podía llevarlo a la enfermería porque ni siquiera sabía donde quedaba, aparte de que no podía descuidar tanto su plan malévolo. Lo recostó en uno de los sillones y se quitó el saco que llevaba puesto para cubrirlo con el.

-Descansa un rato –susurró acariciando el cabello del menor.
Supuso que aún faltaba mucho para que comenzaran las clases y que a nadie le molestaría que el muchacho durmiera un rato en ese lugar. Se miraba realmente cansado y aunque se preguntaba qué le había pasado, para él era más importante saber quién era. Tomó de nuevo el informe que había encontrado y lo revisó tratando de encontrar algo que le revelase quien era el joven que había aparecido en ese lugar.

“Neko-san” fue lo que el joven murmuró. Quedó un poco sorprendido ante tal reacción. Seguramente estaba teniendo un agradable sueño, podía ver en su rostro que había cierta paz, la cual se vio interrumpida cuando despertó un poco sobresaltado. Sonrió levemente con un toque de preocupación, ¿había hecho algo para despertarlo? Probablemente no. Jaló una silla colocándola frente al sillón y se sentó.
- Estas en la salón de los profesores –aseguró sonriendo levemente. –Te quedaste dormido afuera y dado que no han comenzado las clases y que el salón está vacío decidí invitarte a pasar. Espero no te moleste.
En los registros había encontrado poca información de su interés y por eso prefirió averiguar por su propia cuenta lo que quería saber. No solía comportarse tan amable con las demás personas, pero al ser su primer día en un lugar completamente nuevo quería causar una buena impresión. No sería de su agrado ganarse mala fama desde el comienzo, pero no sabía cuanto tiempo tardaría en perder el control de la situación y cometer algún error.
- ¿Podrías decirme tu nombre? – Le miraba fijamente con sus ojos color miel y con esa comprensiva sonrisa característica únicamente de Allen.