Memorias Nocturnas (privado)

Perfecto. No había otra palabra en el diccionario para describir aquél momento. Simplemente perfecto, el sentimiento que le invadía era el mismo que hubiera podido sentir hacía unos años. Observar al asiático tan humillado pedirle disculpas era el mejor regalo que pudieran haberle echo.

Se relamió los labios, como un depredador observando la débil presa que está a punto de devorar. Se agachó hasta quedar a la altura del chino, para levantarle el rostro con el dedo índice.

Aquella apariencia tan triste, que bien podía parecer un muñeco de porcelana el cual, si jugabas demasiado con él, podía llegar a romperse. Esa comparación le hizo gracia al inglés, así que decidió comprobarlo. ¿Cuánto podría jugar ese muñeco sin llegar a romperse?

Observó aquellos ojos castaños durante un buen tiempo, como si le hubiesen absorvido. La frase de disculpa del castaño aún resonaba en su mente. Junto con aquél hilo de voz que podría haberse quebrado por completo.

Ya había decidido cómo podía empezar a jugar con su viejo juguete.

-¿Qué te pasa, Yao? -Canturreó, como si fuera una madre preocupada, o como si de verdad le importase-. ¿Tienes miedo? ¿Estás triste? -Contorneó el rostro del otro con la mano, delicadamente, como si de verdad creyera que estaba echo de porcelana-. ¿O es que quieres llorar? -Volvió a llegar con su mano al mentón del pelinegro-. ¿Es eso? ¿Quieres llorar? Oh, tranquilo... -De un golpe seco, atrajo al chino hasta quedar a pocos centímetros de él-. Entonces, llora, Yao. Llora.

Miraba el suelo, como aquel que no quiere ver más por miedo y desesperanza, si ya hasta podía distinguir que el suelo no era la suave grama, era cerámica fría, de la casa del rubio... ¡Que demonios! pensó al instante en que recobraba un poco el conocimiento, no, no estaba en Inglaterra pero si estaba frente al Inglés.

Y no pudo ser más efectivo el momento que Arthur le levantaba el rostro para mirarle fijamente, su corazón seguía palpitando con fuerza pero su rostro no demostraba del todo expresión. Sus preguntas sólo hacían que se sintiera peor, saber que ante sus ojos el no era prácticamente nada más que un juguete, pero lo que más le dolía era que no podía hacer nada para que su tembloroso ser se dejase llevar por el recuerdo.

Frunció ligeramente el ceño viéndole directamente, sin apartar la mirada del que era presa..."Llorar?"...que significaba llorar frente a él?. Absolutamente nada, un acto más de humillación y jamás lo había hecho frente a él y no lo haría ahora.

- Jamás he llorado frente a ti y no lo haré ahora...- exclamó lo más firme que la voz le dió, apesar de estar a pocos centímetros de su rostro no se inmutó, tenía que demostrarle que aun tenía una pizca de orgullo y eso era el no llorar. - No voy a llorar frente a ti y lo sabes aru...- dijo con suavidad, quería golpearle, quería irse, no quería...Querer, esos sentimientos de deseos no serían correspondidos del todo frente al rubio, pero siempre estaba presente...

Nada más pensar en aquellas frases que su voz había dicho, estaba completamente seguro de lo que el asiático respondería. Claro, Yao aún era "un poco" humano... Podía ponerse dramático y compararlo con una marioneta a la cual le faltaba una cuerda para estar completamente a la merced del rubio.

Sonrió mostrando sus blancos dientes y cerró los ojos un momento, suspirando.

-Suponía que dirías algo así... -Murmuró, retirándose el cabello de la frente con la mano izquierda, la que no agarraba con fuerza el rostro del asiático-. Desde luego... ¿Por qué tienes que hacerlo todo tan difícil?

Clavó sus uñas en el mentón del asiático, aumentando la fuerza de su mirada.

-Está bien, juguemos un poco... -Su mano derecha empujó al asiático con bastante poca delicadeza, lanzándolo contra el suelo de ramas y hojas, que durante un momento hasta pudo confundir con el suelo de su casa, en aquél entonces...

No, aquello era aún mejor. Caminó hasta quedar casi encima del asiático, para luego colocar las manos a ambos lados de su cabeza, acercando sus cuerpos.

-Vamos a ver cuánto tiempo aguantas sin llorar -Murmuró en su oído, antes de ponerse en pie de un salto y comenzar a dar patadas secas, diréctamente dirigidas al estómago del asíatico.

Que demonios pasaría ahora que le había negado las intenciones que tenía de llorar, realmente llorar no servía de nada, derramar lágrimas desesperadas por querer olvidar el pasado, por querer que su herida en la espalda y todo el cuerpo desaparecieran sin dejar rastro... no servía de nada.

Tsk.- emitió ante el fuerte agarre del británico sobre su mentón, sentía las uñas de este tratando de abrirse paso sobre su piel, fruncía el ceño en modo de desafío, aun seguidamente tirado en el suelo a merced del rubio, trató de incorporarse en el suelo tras el impacto. Se detuvo estupefacto ante sus palabras y casi automáticamente sus brazos fueron a su pecho para protegerle o buscar hacer que los golpes que le empezaba a propinar en el estómago no doliesen del todo.

Sin querer emitía pequeños gemidos muy ahogados ante los impactos, le miraba decidido, a pesar de estar asustado, con muchos monstruos alrededor, riéndose y humillándolo.

- Basta aru!.- gritó no muy fuerte deteniendo una de sus patadas con las palmas de sus manos y tirando de su pie para que cayera al suelo, para poder incorporarse él y ponerse encima de él sosteniéndole los brazos con los suyos... Mirándole con desesperación y confusión.

- No tengo porque recibir golpes de tu parte aru!.- dijo tembloroso viendo aquellos infinitos ojos esmeralda, y ahora lo que había hecho sin duda empeoraría la situación para él, no sabía ni que había dicho, sus manos temblaban ligeramente sosteniendo torpemente los brazos del británico y su respiración no era muy constante.

Abrió los ojos con una ligera sorpresa, levantando levemente una ceja, antes de sentir en menos de medio segundo que era tirado al suelo y su cabeza daba con fuerza contra el suelo del bosque. Cerró los ojos momentáneamente debido a la fuerza de la caída, dejando escapar de sus entreabiertos labios un ligero quejido. ¿Acaso eso era una muestra de rebeldía?

Sí, lo era. Una hermosa y deliciosa rebeldía.

Cuando abrió los ojos pudo sentir los ojos marrones clavarse sobre los suyos, el tacto de la piel del asiático agarrar sus manos. Temblaba, su mirada seguía reflejando miedo, y aún así quería rebelarse contra él. Era una escena encantadoramente estúpida.

Una sonrisa se dibujó en la mitad de su rostro. Cerró los puños y usó la fuerza de sus brazos para dar media vuelta, quedándose de nuevo sobre el chino. Soltó sin mucho esfuerzo el agarre del moreno en sus manos, así que esta vez era él quien le agarraba las manos al otro, mirándole fijamente, de nuevo con esa expresión casi maniática en el rostro.

-Después de todo, creo que voy a tener que darte unas lecciones de obediencia -Murmuró, acerándose al rostro del contrario. Apretó fuertemente el agarre de sus manos, usando casi toda su fuerza en ello. ¿Cuánto tiempo podría el débil y delicado asiático, al que trataba como su preciado muñeco, sin llorar? No importara si era física o psicológicamente, pero planeaba herirle con todo lo que pudiera, hasta que rogara por piedad, que volviera a besar sus pies-. Si te dan una orden debes acatarla, ¿y se te ocurre rebelarte contra mi?

Movió su rodilla izquierda hasta que se colocó entre las dos piernas del asiático, mientras la pierna derecha capturaba una de las de Yao. Lentamente, empezó a hacer presión con la izquierda.

-¿Qué hay que hacer para que lo entiendas? Eres mi muñeco, Yao -Sus labios murmuraron esas palabras mientras la presión que ejercía contra la entrepierna del asiático fue aumentando.

Parecía su cuerpo estaba en contra de sus intenciones de detener al británico, ahora ya se encontraba en una situación contraria a la que había creado, sus manos seguían temblando y ahora se encontraban aprisionadas por las del otro encima de él. Le escuchaba le escuchaba muy bien realmente, ahora volvía a decirle era su muñeco como antes le llamaba, si tal ves era la mejor definición para su comportamiento y debilidad ante éste... Prácticamente Arthur hacía lo que se le venía en gana, todo por los miedos del pelinegro.

- Bas-ta- dijo entrecortado empezando a sentir la presión de la pierna del rubio por entre sus piernas, empezando a morderse con fuerza el labio inferior resistiendo, sin llegar a querer a mirarle a aquellos ojos esmeraldas llenos de locura.

Finalmente después de un poco más de fuerza ejercida sobre sí, le hiso emitir un pequeño gemido de dolor, abrió los ojos mirándole de tal manera que parecía estarle rogando se detuviera, ya que su garganta muy poco podía hacer al estar trancada.

-Aagh! - emitió otro más fuerte que el de antes, tratando de zafarse del agarre de Arthur, le dolía y si seguía el dolor aumentaría considerablemente, realmente se había decidido en hacerle llorar, porque demonios quería verle llorar?, era lo que se preguntaba, además de reclamarse a sí mismo internamente por lo estúpido que se comportaba con el británico, siendo él experto en artes marciales, capaz de derrotar a alguien en solo unos segundos tocando un punto clave y desarmarlo...Pero no, se comportaba como un pequeño niño indefenso, un pequeño esclavo sin más.

- Porque quieres hacerme llorar aru?! ..- dijo implorándole se detuviera, sus ojos ya empezaban a notarse desesperados, realmente debía llorar para que le dejara en paz?...

La hermosa forma que tenía el asiático de temblar, aquella mirada llena de ruegos, y los pequeños gemidos que lograba arrarcarle a base de aumentar la presión que ejercía sobre la parte más sensible de su pequeño "muñeco". ¿Existía algo más hermoso en el mundo? Posiblemente no, en ese momento no.

Clavó sus uñas en las muñecas que agarraban al moreno, aunque aún no estaba del todo satisfecho de aquellas reacciones que le generaba. Quería probarle, ver cuánto tiempo era capaz de permanecer así, pero al mismo tiempo deseaba ver ya alguna lágrima corriendo por su rostro.

-Hm... Tómalo como un castigo por no obedecer una orden -Murmuró con una sonrisa, observando sus ojos marrones. Llevó ambas muñecas del asiático por encima de su cabeza y las sujetó con la mano derecha, utilizando la izquierda para levantar la barbilla del chino-. Es una lástima, en el tiempo en que te he perdido de vista, has dejado de ser todo lo perfecto que eras antes... -Apretó con un poco más de fuerza con la rodilla, clavando de nuevo las uñas en el rostro de Yao-. No sabes cuánto lo siento... Pero tengo que hacer que vuelvas a convertirte en lo que eras.

Arañó lentamente su barbilla, bajando por su cuello con cuidado hasta llegar al pecho que se escondía detrás de esas camisetas que solía usar. Agarró la tela con cuidado, acariciándola, antes de arrancársela de encima al moreno, provocando que los botones se rompieran.

-Uy -Sonrió tras lanzar la prenda a la oscuridad del bosque-. Se ha roto, con lo bonita que era.

Sus dedos capturaron con fuerza uno de sus pezones, haciéndolos girar sin ninguna delicadeza. Bajó la cabeza, capturando y mordiendo su labio inferior, para luego lamerlo lentamente.

La desesperación era su mayor sentir ahora, respiraba rápidamente en busca de un consuelo que no aparecería si el inglés no dejaba de torturarle a su manera. Como le clavaba las uñas en sus muñecas, la forma de hablarle y ejerciendo más presión en su entrepierna, Yao estaba prácticamente perdido.

Ahora le levantaba el rostro para mirarle, acentuando su rodilla y haciendole daño con sus uñas, Yao se quejaba entredientes, frunciendo el ceño por la incomodidad ejercida, no quería volver a ser el mismo de antes, no quería volver a ser su muñeco, pero su cuerpo reaccionaba a la inversa de sus pensamientos, la piel recordaba los maltratos y se estremecía de pesar.

Emitió un pequeño grito al sentir la fuerza del inglés arrebatandole la parte de arriba de su vestimenta, le miraba sorprendido asustado y muy adolorido...Para que luego un gemido de dolor no pudo controlar, al sentir aquel giro en sus pezones...Demonios como dolía todo junto, los arañazos, la presión y ahora esto, si no hacía algo terminaría muy mal, pero cual era la solución... Su cuerpo no respondía... Llorar, realmente debía hacer eso?... Simplemente el miedo, desesperación y tristeza le abordaron como un golpe, quedándose estático sin ningún tipo de expresión, la única diferencia... Una lágrima brotando de su ojo derecho.

Tal ves...ahora en silencio, Yao volvía a ser lo que no quería, no lo sabía hasta que Arthur hiciera lo que debía para comprobarlo, los orbes marrones estaban perdidos en un espacio infinito inexistente, y su boca se encontraba entreabierta permitiendole respirar con esa profundidad gracias al nerviosismo. - Basta...Amo Kirkland aru...- susurró casi inaudible mirando a la nada, sintiendo como se ahogaba en el dolor.