La Sombra de la Manzana... (Clase "Alternativa")

El jardín era el lugar perfecto para ejecutar una clase diferente y animada. Había dejado avisado, con anterioridad, que los alumnos que estuviesen interesados en acudir a mi clase, se reunieran conmigo en el exterior de la academia, en aquel punto exacto dónde ahora yo me encontraba. El día era perfecto: soleado, acompañado de una temperatura ideal y de una brisa agradable. Sabía que lo normal era hacer uso de las aulas para enseñar la materia de cualquier asignatura, pero, con un día así y un motivo creativo, ¿quién iba a resistirse a realizar algo “novedoso? Me había pasado los últimos minutos caminando de aquí para allá a través del jardín seleccionando un lugar cómodo. La sombra aportada por uno de esos clásicos árboles de la zona fue la elegida. Una vez bajo ésta, solté sobre la cuidada hierba una bolsa blanca, un par de libros y una carpeta. Lo necesario para aquella aventura. Respiré la tranquila y saludable atmósfera del lugar para relajarme un poco y me crucé de brazos.

-Muy bien Naoka… Puedes hacerlo, sólo son alumnos… - intenté darme ánimos a mí mismo.

No podía negarlo, estaba nervioso y ansioso por empezar. Tenía bastante curiosidad por saber qué podría extraer de los jóvenes que acudiesen allí. Y de paso quería ponerme a prueba a mi mismo y a mis límites sociales. Si es que todo estaba conectado de alguna forma... Eché un vistazo rápido a la zona que parecía estar cada vez más animada. ¿Qué clase de alumnos asistirían a la clase? Podía haber examinado el registro de alumnos que tenía en mi poder, pero sería más entretenido la sorpresa en sí de comprobarlo sin hacer caso a esa información. La academia gozaba de una vida estudiantil bastante significativa por aquellos alrededores. Yo por mi parte, sólo tenía que esperar, sólo eso… Pero estaba demasiado inquieto. Así que me dí la vuelta, me incliné sobre la bolsa blanca que estaba a rebosar y mientras hacia tiempo, me dispuse a examinar su interior.

-Mmm...

Al recibir la invitacion a una clase diferente, no lo pensó dos veces y se dispuso a ponerse su kimono chino como de costumbre; si era un alumno extranjero debia demostrarlo con todas. No le importaba como le mirasen, vio que era en el jardin, alivio ya que conocia muy pocas sonas del instituto y esa era una de ellas.

Al poco tiempo llegó y miró hacia todos lados buscando al profesor, alfin lo encontro se fue encaminando a buen paso hacia el y se inclino hacia adelante, esbozando una sonrisa y con su saludo tradicional de el puño derecho tocando paralelamente su palma izquierda.

- Nihao profesor aru, soy Wang Yao, asistiré a esta interesante clase que nos tiene preparada aru.- dijo incorporandose y viendo con curiosidad al profesor que parecia ser una persona tranquila y serena. El clima era tan perfecto que no lo creia, segun sus pensamientos buenas cosas pasarian, asi como su cabello reposaba en su hombro izquierdo debido a su coleta.

Me giré levemente para mirar con atención la joven presencia que se encontraba cerca de mí y que con voz inocente procedía a un saludo de lo más cordial.

-Oh… Bienvenido Señor Yao. Es un placer verlo aquí.

Le sonreí agradablemente y contesté a su “exótico” saludo con una discreta reverencia.

-Aunque supongo que ya es conocedor de que quién soy, permítame presentarme… Tatsumi Naoka, su nuevo profesor de literatura hasta que el tiempo diga lo contrario.

Al repetir aquellas palabras tan obvias me fijé en el delicado ropaje que llevaba puesto el joven. Iba bastante acorde con el aura que transmitía, todo había que decirlo. Y bueno, aunque no me sorprendía que un alumno tuviese tanta iniciativa creativa, si lo hacía el hecho de que fuese capaz de mostrarla en público sin tener en cuenta la vaga opinión de las posibles mentes cerradas que le rodeaban. Un detalle que dotaba al alumno de un cariz bastante interesante. Me dí la vuelta de nuevo hacia la bolsa, sobre la cual me agaché para buscar en su interior.

-Por lo que puedo apreciar, sus raíces no se encuentran muy cerca de aquí, ¿verdad? - le observe mínimamente de reojo -Mmm… Seguro que su visión me ayuda en el día de hoy. La cultura es uno de los pilares de la literatura...

Sólo tardé unos escasos segundos antes de volver a levantarme y volver a mirar al chico. Ahora, portaba una hermosa manzana rojiza en mi mano. Me aproximé más a él y le hice entrega de la manzana con gusto.

-Tome, cuídela… Pues, esta bella fruta será el principal material didáctico de nuestra clase de hoy.

Sin más, un peculiar escalofrío me recorrió el cuerpo. ¿Un aviso? Quizás… No dudé en volverme hacia atrás y mirar algo perplejo el entorno. Intrigado, di con la figura de “alguien” que parecía algo… ¿frustrado? Sonreí tranquilo, al tiempo, que me subía las gafas y comenzaba a caminar con paso firme hacia él sin ninguna causa concreta.

-Señor Yao, vaya eligiendo el lugar donde sentarse. Creo que tenemos un visitante perdido. – le hice saber sin aminorar mi marcha.

Estaba de espaldas cuando lo alcancé y por ello, me ví “obligado” a agarrarle por el hombro con suavidad. A simple vista, dada su juventud, no pude percatarme de que se trataba de un profesor del centro.

-Disculpe… - hice un breve pausa - Puede que esté equivocado, pero… ¿acaso anda buscando la clase de literatura? Porque no anda muy lejos, ¿sabe? – señalé educadamente a la zona donde se hallaba Yao.


(Off: Por un momento, pensé que iba a pegarme... xDDDD Nah, únase sin problemas. ¡Tengo manzanas para todos! xDD)

Seguia en su mundo ideando que sorpresas les daria aquel profesor para la clase al aire libre, al verle contestarle el saludo el siguió esbozando su pequeña sonrisa de siempre, se presentó como Tatsumi Naoka, nombre que estaba en la carta, profesor de literatura. Ante su pregunta el asintió levemente cerrando los ojos.

- Si aru, soy de la Gran china yoroshi.- dijo sonriendo mientras ladeaba la cabeza curioso de lo que buscaba el profesor en la bolsa, quedando anonadado ante la manzana que este le entregaba en las manos... Se le quedó viendo unos momentos haciendose miles de preguntas y suposiciones... Escuchó las palabras de el profesor natsumi mientras este se disponia a caminar hacia una persona que parecia estare alejando arrastrada, miró un tanto curioso y se sentó a la sombra, colocando la manzana en medio de sus piernas ya que estas se encontraban entrecruzadas; sus manos ocultas por sus largas mangas horizontalmente frente a su pecho. Dandole un aura total a su pais, no podia evitarlo siempre se sentaba de esa manera... Siguió detallando la manzana con una leve mueca de curiosidad por saber que harian con ella.

Volvió a recorrerme el mismo escalofrío anterior al oírle pronunciar mi nombre. Me sacudí inconscientemente como respuesta a ello y me centré en su improvisada presentación. ¿Por qué parecía tan nervioso?

-Profesor Khronos… – puse gesto dubitativo –Mmm… ¡Ah! Es verdad… Creo que le he visto antes…

Estaba a punto de atender a su saludo cuando éste retiró la mano sin previo aviso para usarla de “escudo” ante su ojo. Le miré con cierta perplejidad debido a su continuo nerviosismo.

-Disculpe mi despiste, aun no he conseguido memorizar todo lo que me rodea aquí. En cualquier caso, es un placer volver a encontrarle….

Ver su sucesión progresiva de incesantes movimientos sin coordinación me dejaban bastante claro que algo le inquietaba, pero, en aquel momento era incapaz de dar con la razón de ello. Se giró levemente hacia mi lado contrario. Era extraño, tenía la curiosa impresión de que trataba de ocultarme algo. “Paranoias tuyas, Naoka…” Podían ser, y seguramente lo serían, pero, algo me decía que la cosa no era tan simple como mi mente quería hacerme ver. Cuando se hubo girado, me percaté de que otras manchas leves se hallaban en el lateral de su hermosa gabardina. Quizás, aquella cuidada prenda era un gusto que podríamos compartir. Deslicé mi mano hacia el interior de uno de mis bolsillos y saqué un pequeño y fino pañuelo blanco de textura suave. Me agaché sólo unos meros centímetros junto a él para sacudir con esmero aquellas vistosas manchas.

-Así que busca partículas, ¿no? – di un par de toquecitos más con poco éxito – Creo que en eso no podré ayudarle demasiado, ¿sabe? Mi tendencia profesional se aleja un poco de ese tipo de materias. Además, ahora mismo debo ocuparme de un alumno y una manzana…

Sonreí ante la evidencia de aquel último comentario y, finalmente, tuve que dejar la mancha visto que se resistía un poco. Me reincorporé y examiné tranquilo el nuevo estado del pañuelo.

-Mmm… ¿Qué tal si nos acompaña? Sería interesante tener la visión de un filósofo en clase. Quién sabe, a lo mejor, damos con una técnica para deshacernos de esas manchas… - bromeé.

Y así, guardé el pañuelo sin más y me dí media vuelta.

-Si no está muy ocupando con su “secreto”, claro…

Fue un comentario nacido de una actitud descuidada para apreciar una reacción concreta. Me alejé de él para volver junto al joven Yao y tomar asiento a su lado. La verdad es que esperaba con agrado que aquel “curioso” profesor se uniese a nosotros.

-¿Ha conseguido hacerse entender con la manzana, Señor Yao? – le observaba sonriente.

Se quedó mirando de reojo la escena que montaba el otro personaje que habia ido a buscar su profesor, rió por lo bajo pero no quiso enterarse porque no era un metiche de esos, aun rondaban en la cabeza miles de cosas sobre la manzana que le habian dado pero no llegaba con una concreta, hasta que el profesor Naoka se sentó a su lado preguntandole sobre dicha manzana, Yao emitio un leve sonido de nerviosismo y se masajeó la nuca.

- No tengo ni idea aru, no tengo una base clara de lo que haremos con ella yoroshi.- dijo algo apenado mirando al profesor a los ojos. Pensaba algo comico en ese momento, talves se la comerian? o le clavarian una flecha al medio, tonta imaginacion, no podia hacer mas nada en ese momento.

Esa mañana tenía el uniforme hecho una m..... si bueno, destrozado. Se guardó una nota para el futuro: "No persigas un gato callejero por los jardines del centro". ¿Por qué hacía tantas tonterías?

De todos modos, se había apuntado a una clase con el curioso profesor Naoka, ese que le intrigaba por casualidades del destino, por lo que tomó unos pantalones negros y anchos, que le alcanzaban hasta las rodillas, una camisa larga, que abarcaba su cuerpo y su trasero, unas botas blancas y su bastón. Cuando vestía informal solía llevar consigo un bastón, por entretenimiento, apoyo y defensa personal.

Se encaminó rumbo al jardín cuando vio la figura de un chico corriendo que pasaba por su lado ¿Por qué tanta prisa? Miró su reloj y dio en el clavo, por lo visto él también llegaba tarde. No era algo demasiado importante por lo que continuó con su paso tranquilo y semidesorientado.

Cuando alcanzó el jardín lo ojeó de hito en hito hasta que vio tres figuras sentadas en el suelo junto a un árbol y otra más allá, mirando a los mencionados anteriormente.
Se acercó con una sonrisa dibujada en el rostro y jugueteando con el bastón hasta que estuvo justo detrás de Yao, a quien reconoció por su atuendo.

- Buenos días, compañeros - tomó la manzana que tenía Yao en su regazo y la elevó en el aire - quizá nos motivase más con una calavera ¿No cree, sensei? Sería muy... al estilo de Shakespeare.

Sin más se sentó, devolviendo la manzana a su lugar y observando directamente a sus compañeros.

- Ah sí! Siento llegar tarde, sensei... ha sido una larga historia relacionada con mi uniforme, un gato y un montón de barro, nada relevante - miró al chico que había pasado por su lado unos minutos atrás y le tendió una mano - yo soy Kytsume, Kytsume Ichidara.

Era lógico que Yao no entendiera el significado instructivo de la manzana, pues, a simple vista no parecía un elemento relevante para la literatura. Aunque claro, aquello no dejaba de tratarse de una contradicción artística más. Me levanté de su lado, y durante, tal gesto, me permití la indiscreción de acariciarle la cabeza como si se tratase de una muestra cariñosa hacia un inocente niño.

-No se agobie por eso señor Yao. Lo entenderá en breve. Para eso estoy yo aquí…

De repente, en escena habían entrado dos alumnos más. Uno de ellos, Kytsume Ichidara, me resultaba bastante familiar, pues, había mantenido una fugaz charla con él en la biblioteca central del centro junto con el profesor Xen. Y allí se había producido el instante preciso en el cual me había dado cuenta de que aquel joven de personalidad “revoltosa” era diferente al arquetipo de estudiante que esperaba encontrarme en aquella academia. Podría decirse que era un sujeto interesante a examinar. Sólo su extravagante forma de vestir ya había conseguido que le comparase de forma superficial con el conocido protagonista de la llamativa película “La Naranja Mecánica”. Sí, algo le diferenciaba del resto, tanto en un sentido positivo como “negativo”. Era parte de su encanto, por decirlo así. Por otro lado, el otro joven y “despistado” alumno me suponía una cara nueva con la que familiarizarme. Su apariencia dulce transmitía buenas vibraciones al entorno que comenzaba a darse en aquella “reunión” escolar.

-No se preocupen jóvenes por su retraso. Suelen decir que lo bueno siempre se hace esperar, ¿no? – quise quitarle cierta formalidad al momento.

De nuevo de espaldas, volví a extraer algunas manzanas de la bolsa. Las coloqué delante de Yao situándolas como una especie de punto central “aritmético” entre todos los presentes. Había una manzana para cada nuevo integrante, incluso hasta para el profesor Khronos, “gracioso” personaje que por fin se había decidido unirse a la “fiesta”. Otra variante digna de estudio. Sonreí para mi mismo ya que, a veces, mis análisis personales sobrepasaban los límites. Al acabar de colocar la fruta, retomé mi asiento y busqué visualmente la carpeta que también había traído conmigo.

-Cuando estén preparados, tomen asiento y seleccionen la manzana con la cual vayan a trabajar, por favor.

En cuanto dí con la traviesa carpeta, estirase el brazo y la cogí.

-Profesor Khronos, usted también, si es tan amable. Ya que si ha decido quedarse deberá participar como el que más. – le informé cordialmente, mientras rebuscaba en el interior de la carpeta, a la espera de que todos se preparasen para porder dar las explicaciones pertinentes.

Seguro que sentían curiosidad por saber qué tipo de “gracia” estaba cometiendo el profesor de literatura. Y no era para menos… Finalmente, saqué de ésta un fajito de tarjetitas en blanco. Las apoyé sobre mi regazo y cerré la carpeta abandonándola cerca de mí. Suspiré satisfecho y observé brevemente a cada una de las personas que allí estaban. Tanta diversidad de personalidades resultaba agradable. Luego, recogí las tarjetitas y las fui examinado una por una. Todas en blanco…

-Perfecto, todo está casi listo… - susurré.

(Off: Miuo, no pasa nada... ^^)

Sorpresivamente sintio la caricia en la cabeza por parte del profesor, quien le decia que no se preocupara, que ya se enteraria que harian con esa manzana, el asintió por lo bajo viendo llegar a un alumno que se preocupaba por llegar algo tarde, Yao le sonrió cordialmente para que su llegada fuese agradable, seguidamente llegó Kytsume quien tomaba su manzana y daba un comentario al profesor.

- Nihao Kytsume aru.- dijo sonriente a su "hermano menor", como el peliblanco el quiso dar su nombre al chico desconocido.- Yo soy Wang Yao aru.- dijo sonriendo y apuntandose a la cara con el dedo indice, vio con curiosidad seguidamente a aquel gracioso personaje que se arrastraba sentandose junto a ellos, interesante, queria reirse pero solo sonrió con cordialidad. Tomó su manzana y empezó a escuchar con atención las instrucciones del profesor, dandole aun mas curiosidad al ver que sacaba tarjetas en blanco.

" Que haremos aru!?" pensó animado sonriendo un poco más, tenia que dejar esa inocencia, pero al estar en un pais extraño todo le parecia fascinante.

- Oh Naoka sensei, si sigue siendo tan halagador conmigo conseguirá sonrojarme - dijó en tono sarcástico, tras la afirmación del profesor de que "lo bueno siempre se hace esperar".

No tenía idea alguna de lo que iban a hacer a continuación pero seleccionó la manzana más roja de las que el profesor había dejado a su elección y se la acercó al rostro, para apreciar su aroma.

- Tiene que decirme a que frutería acude, sensei, dan ganas de morder esta manzana - sonrió.

No es que quisiese portarse mal ni nada de eso, pero ser sumiso y adorable como Yao no pegaba con él. Yao le parecía una monada precisamente por eso y el chico nuevo parecía bastante responsable. Llevaba su uniforme del centro, era el único de los alumnos por el momento presentes que se lo había puesto, y había venido al jardín corriendo porque llegaba tarde. ¿Era el único irresponsable de aquella singular clase? Bueno no, el profesor extravagante que se había acercado a participar en la lección rivalizaba con él sin duda.

Un tipo singular. Llevaba una curiosa gabardina blanca, semejante a una que él tenía... aunque a la suya le faltaba la tela que cubre los hombros porque era de una diseñadora amiga de su madre, que bien podría dedicarse a hacer otros chanchullos en los que necesitase menos talento artístico. Aquella que el profesor ostentaba tenía unos bonitos adornos negros ¿Tribales? Ni idea, lo suyo no eran las civilizaciones célticas.

Entre pensamiento y pensamiento vio como el profesor tendía unas tarjetas blancas sobre su regazo y la curiosidad llamó a su puerta. ¿Qué demonios tenía pensado aquel profesor tan cautivador? Supuestamente sería una actividad relacionada con su asignatura, ¿No? Pero no le encontraba mucho sentido a las manzanas dentro del campo que la lengua abarca. Pegaba más con la física, incluso. Además, bajo aquel árbol hubiese sido divertido ver a un profesor de física intentando hablar de la historia de Newton y su manzana.

Fuera como fuese, deseaba que el endiablado profesor comenzase ya con su misterioso "juego" porque le molestaba pensar que estaba esperando para no obtener nada divertido después.

(Off: Me disculpo de antemano si mis posts son leeentooos y este que parece una biografía... x'D prometo hacerlos un poco más cortos ;-;U/ x'DD ....asd clases :'DU)
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Pan suave y blanco por dentro, crocante y cobrizo por fuera con una encantadora decoración a ajonjolíes que le hacía parecer como escarcha. Doble queso. Lechuga fresca. Tomates. Cebollas. Mostaza y Ketchup. Pepinillos. Y, obviamente lo más importante y más sabroso de todo, un grueso y suculento pedazo de carne cocinado en plancha y aceite. Todo esto guardado dentro de una especie de plástico que grababa la ya más que conocida publicidad de la letra "M" curveosa y amarillosa en un fondo rojoso.

A pasos largos, el americano caminaba en dirección contraria a dónde se dictaban sus clases de recuperación de Matemáticas. ¿Por qué? Sencillo, las odiaba. No comprendía qué resultado había en aprenderse un millón de números, ecuaciones ni signos ya que esas cosas nunca servirían para salvar al mundo cuando realmente se necesitase. ¿Acaso se puede lanzar un rayo laser con la potencia del logarítmo natural de 78? ¿O una bazooka era igual al factorial de 194.64 por pi? ¿Se podía lanzar un golpe mortal al enemigo con la raíz cuadrada de -1? No, eso sin duda era algo sin lógica y una total pérdida de tiempo. Continuó sus sonoras pisadas a lo largo del pasillo mientras dejaba un rastro de miga de pan de la hamburguesa con la cual se alimentaba por donde pasaba.

- Qfué ajbugridof - quejaba haciendo pucheros de molestia, con la boca llena de comida.

El agradable día que se llevaba a través de la ventana fue lo que le llamó entero su atención. Tragó aquella bola de comida de puras calorías que llevaba masticando unos segundos antes y contempló la vista. Sin duda.... debía admitir que en días como esos, su instituto era uno de los lugares más hermosos y preciosos; desde la bella vista verde, los colores de algunos pájaros cantureando, flores, los profesores y alumnos..... wait, ¿profesores y alumnos?

Pegó su nariz contra el frío vidrio empañando un poco la luna con su respirar. Era cierto, sus Texas no le habían engañado, divisó varias cabecitas interactuando entre sí, dos de color negro, aunque uno parece ser de una niña, otros dos que parecen haberle caído talco y uno que si no tiene gelatina verde, entonces era calvo y se puso pasto en lugar de una peluca porque no tiene dinero o es un mano-dura; al parecer estaban realizando una especie de actividad en la cual se veía inmensamente interesante.... ¿Qué podría ser? ¿Un show? ¿Una fiesta? ¿Algún complot? ¿Por qué no se pudo enterar de las cosas altamente divertidas si era él el primero en estar pendiente al calendario por si vendrían las vacaciones o celebraciones?

- NO WAY!! - invitado o no a la fiesta, él igual entraría por que.... ¡era el protagonista!

Así, teniendo toda la fineza de un hombre completamente educado, terminó de enguírse su grasoso alimento, abrió la ventana para saltar de ella sin romperla de un tercer piso ¡Si dicen que no aprendo entonces mienten! Trato de no destruír las cosas. De estar loco lo estaba, pero vamos ¿no dicen que los locos siempre son los que cambian la rutina de las cosas? Eso no venía al caso, aunque igual, por lo menos no se había roto ninguno de sus huesos al impactar contra el suelo; tenía bastante habilidad en ese tipo de cosas.

- Yeah, that w's pretty cool 'ctlly - sonrió ampliamente mientras se enderezaba recomponiendose como si nada, arreglándose las descolocadas gafas y fue corriendo hasta donde se encontraba este grupo - Yo guys~!! - saludó con bastante energía como si le correspondiese a la de un niño hiperactivo de 5 años saturado de dulces; y un encantador guiño, estirando a lo alto y agitando al viento su mano.

Me levanté una vez más ante la llegada de otro nuevo alumno sin soltar las tarjetitas.

-Llega un poco tarde, ¿no cree? Hágase con una de las manzanas y siéntese.

Ya había esperado lo suficiente. Tocaba comenzar la clase y desvelar la actividad que tenía programada. Realmente, la idea que tenía en mente había surgido en una de mis noches de desvelo continuo. Después de despertarme de uno de esos sueños que se prefieren olvidar sin demasiada demora, me había planteado mi trayectoria como profesor. Era muy consciente de que como persona pocos valores podían sobresalir de mí ante el interesante elenco de personalidades que formaban el ambiente de la academia. Por ello, mi punto fuerte erradicaba en mi tarea como profesor. Pretendía que mis clases fuesen diferentes, que los alumnos participasen de un modo especial y estuviesen constantemente motivados ante una materia que podía suponer más una carga para ellos que aliciente cultural. Por todo ello, el aula se me había quedado pequeña y necesitaba de lugares menos clásicos para conseguir mi propósito. Si aquello funcionaba, la segunda clase sería un reto más interesante que llevar a cabo.

-Confío en que todos los que están aquí lo hacen por mero placer y no por obligación. Si alguno se encuentra dentro del segundo caso, le ruego que se levante y abandone la clase. Más que nada porque mi plan no es hacerles perder el tiempo a ninguno de ustedes, ni que ustedes me lo hagan perder a mí. La literatura se merece trabajar con mentes abiertas y dispuestas. Y eso es lo único que me interesa. Sus problemas, necesidades o cualquier otro tipo de matices, deberán quedarse fuera durante el tiempo que les brindo.

No pretendía sonar demasiado cortante, sólo quería dejar constancia de ciertos detalles de una forma clara, directa y concisa. Sabía que a los alumnos había que trazarles el principio del camino.

-Mientras se hallen inmersos en mi clase podrán disfrutar de libertad absoluta para actuar. Sólo se les pide un requisito para justificar dichos actos… Que sean capaces de relacionarlos con la materia que tienen delante de ustedes. Si no pueden hacerlo, serán expulsados debido a su falta de entendimiento. - hice una breve pausa evaluando superficialmente a cada alumno – Saben que el conocimiento da poder y la ignorancia problemas. Algo paradójico, ¿verdad? Ahora bien, su reto consiste en ver de qué son capaces en mis clases. Del resto, me ocupo yo.

Barajé las tarjetitas y me dispuse a entregar una por persona. Era parte del “juego”. Una técnica de análisis y de examen. Una ocurrencia personal movida ante la curiosidad de conocer más lo que me rodeaba.

-Antes de que la clase finalice o se marchen por propia voluntad, necesito que escriban en esta tarjeta que les entrego su nombre seguido de una idea, un pensamiento, un sentimiento, o cualquier cosa que necesiten comunicar, y me lo entreguen. Lo que escriban debe ser secreto e íntimo, es decir, no se copien entre ustedes. Sólo yo será el que las lea.

Al finalizar la entrega, las tarjetas sobrantes fueron a parar al fondo oscuro del bolsillo de mi pantalón. Había dado un rodeo que me hizo acabar frente a la bolsa de manzanas. La tentación me hizo coger una de ellas.

-Sé que se preguntan por qué estamos en un lugar como éste tonteando con manzanas rojas.

Le dí un suave bocado a la manzana, que había cogido anteriormente, para llevarme un trocito de su “carne” frutal al interior de mi boca y saborearla con calma. Dulce, demasiado dulce. Una sensación aumentada por el bienestar que producía la estancia en el jardín. Aun continuaba de pie, caminando muy próximo a los alumnos, sin perder detalle alguno de la manzana.

-El simple hecho que me ha llevado a citarles aquí es la imaginación. ¿Y por qué una manzana? – emití una risa traviesa ante la pregunta – Pues, porque si se dan cuenta a pesar de la inocencia que representa ésta a simple vista, ésta tan llena de connotaciones que es capaz de protagonizar ideas de las cuales surgen las más brillantes historias. De nuevo, hacemos gala de la imaginación. ¿O no se han fijado en ello? ¿Tienen idea de en cuántas obras la presencia de una manzana es utilizada con uno u otro sentido? ¿Alguna vez han examinado cuántos adjetivos sentimentales se le ha adjudicado a una fruta como ésta? Y lo más importante, ¿saben apreciar lo simple, lo sencillo, lo principal de lo secundario?

¿Lo sabrían? Aquel monólogo intentaba provocar que los alumnos reflexionasen con profundidad ante la existencia de la simpleza. A lo largo de mis estudios, había llegado a la conclusión de que la mayoría de las cosas tenían como transfondo o pilar principal la participación de algo simple. Gran cantidad de obras literarias se escribían a partir de hechos curiosos pero simples que poco a poco iban evolucionando. De ahí partía su fama, de dicha evolución. Esto mismo ocurre igual en nuestra vida diaria, sólo que carece de no tener la atención necesaria. Lo simple como puede ser recordar una charla animada en una tarde tranquila, le permite a la imaginación elaborar una historia única e igual de importante que las demás.

-Miren esa manzana… ¿Qué les transmite? ¿Qué les hace sentir?

Seguia mirando de reojo a todos con algo de curiosidad, además para su sorpresa un chico un tanto, no un tanto no totalmente Hiperactivo llego a la escena, llamando la atención de todos, el profesor le reclamo que era tarde haciendo que Yao riese internamente, seria todo un espectaculo ese chico.

El profesor habia tomado ya las riendas del asunto, explicando todo con detenimiento y luego dandole una tarjeta a cada persona presente, Yao escuchó con atención curioso y pensativo que escribiria en aquel papel ?... No lo sabia, sacó una plumilla que tenia en su pantalón y escribió sin mostrarle a nadie; " desearia poder tener vacaciones con mi trabajo en la familia", era comico pero cierto, siempre le agobiaban para que trabajase en los negocios familiares.

Miraba atentamente como el profesor daba vueltas mordiendo una manzana que habia sacado de la bolsa, le dio mas ganas de provar la suya pero no era el caso, era una clase. No sabia que contestar a su pregunta, miles de cosas le venian a la mente gracias a aquella manzana .- Por alguna razón me transmite tranquilidad y seguridad aru..- dijo no muy fuerte, le daba algo de verguenza ser el primero que hablase y ademas si estaba equivocado, seria más avergonzante...