Un peu de repos [Libre~]

"Ah~" El viento soplaba dulcemente con una brisa primaveral... Los pájaros cantaban alegremente... Y los alegres estudiantes de segundo y primero charlaban y reían tranquilamente en el jardín, dándo una hermosa expresión de que fuera un mundo perfecto en un día perfecto...

"¿¡Entonces por qué estoy aquí encerrado!?"

Sí, era una visión preciosa la que ofrecía el gran ventanal del Laboratorio de Ciencias del jardín exterior. Taaan hermosa... Sin embargo, tan lejana... ¿Quién fue la mente malvada que le obligó a sentarse en la ventana que daba al gran jardín, con todo el sol primaveral dándole en la cara, mientras hacía una laaaaaarga copiadera de "no debo lanzar productor químicos a otros compañeros, no debo lanzar productos químicos a otros compañeros..." por más de ciento cincuenta veces?

¡El profesor! ¡Ese maldito profesor de Física y Química! ¡La culpa era de él, obviamente! No del francés, eso estaba claro. Cualquiera hubiera cogido el primer frasco de sustancia-sin-identificar-y-de-color-cambiante y se lo habría lanzado al cejudo y molesto inglés de su clase si este hubiera empezado a pelear porque no tenía espacio para escribir lo que dictaba el profesor!

¿¡Y además, por qué no estaba ese maldito inglés ahí!? Ah, cierto, porque "Francis Bonnefoy ha empezado la pelea", "Arthur Kirkland es un buen chico, no merece el castigo..." "¿¡Que no!?" ¡Qué rabia, estúpidos profesores!

Mientras el rubio se dedicaba a lanzar toda clase de insultos en su idioma materno, un ruido le desconcertó. Giró la cabeza hacia el lugar del que procedía y... efectivamente, ahí estaba. Casi parecía que le gritase "¡Venga, Francis! Évadez-vous pour ici!"... Sí, la puerta de la libertad. Estaba allí, abierta de par en par. Y no había ningún profesor a la vista... Posiblemente hubiera ido al baño mientras el francés escribía, en total silencio...

Si le encontrasen huyendo, pasaría algo malo... Tendría que volver a la clase, y posiblemente el número de veces a copiar aumentaría el doble... ¡Pero! ¡No hacerlo significaría perderse ese hermoso día, ese precioso día de primavera! ¿Quién sabe cuándo volvería a encontrar alguno así?

Así que, sin dudarlo dos veces, y ya que el bolígrafo que estaba utilizando era propiedad del profesor, el francés simplemente salió corriendo del aula. Siguió por los pasillos, la verdad era que no le importaba perderse siempre que no encontrase a ningún profesor que supiera lo del castigo... Y, al fin, llegó a la puerta que daba al patio, abriéndola de par en par y lanzándose sobre la verde y fresca hierba al grito de...

-LIBERTÉ!!